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Blog Farmacia Morales

Consejos de salud.

¿Qué conviene hacer antes de vacunarse contra la Covid-19?

Terminada la vacunación de las personas de mayor riesgo de sufrir complicaciones graves, y avanzada la de personal esencial, se ha empezado a vacunar masivamente al total de la población, empezando por los más mayores.

En principio solamente estaba disponible, como todo el mundo sabe, la vacuna de Pfizer (Comirnaty); muy poco tiempo después se tuvo acceso a la de Moderna y hace casi nada se ha empezado a vacunar con otra diferente, la de AstraZeneca.

Todas ellas son seguras y efectivas, pero, también todas ellas, es muy posible que produzcan efectos secundarios leves, pero molestos. En las fichas técnicas registradas en la AEMPS se reconocen estos efectos adversos. Se copian textualmente los datos que ha publicado recientemente en Correo Farmacéutico:

“Con Comirnaty los efectos registrados en los ensayos fueron dolor en el lugar de inyección (>80%), fatiga (>60%), cefalea (>50%), mialgia y escalofríos (>30%), artralgia (>20%) y fiebre e hinchazón en el lugar de inyección (>10%)

Para las vacunas de Moderna y de AstraZeneca se describen en sus fichas técnicas efectos adversos similares, aunque pueden cambiar algo los porcentajes relativos a dolor y fiebre.

En la mayoría de los casos, estas reacciones son leves y moderadas. También se ha constatado que en las personas mayores son menos importantes que en los más jóvenes. Esto es lógico y a consecuencia de que el sistema inmunitario va perdiendo “eficacia” con la edad, por lo que, ante la inyección de una sustancia extraña, responde con menos “energía”.

Probablemente, de acuerdo a la última Estrategia de vacunación frente a covid-19 en España (26 de febrero 2021),  a muchas personas menores de 55 años, se les vacunará con la vacuna de AstraZeneca que, según un informe preliminar de la revista The Lancet, parece tener una mayor frecuencia de reacciones adversas que puede llegar a afectar al 80% de los vacunados.

Esto que dice The Lancet para la vacuna de AstraZeneca, el profesor Cesar Nombela (Catedrático de Microbiología de la UCM) lo hace extensivo a las otras dos que se están utilizando al afirmar que “Cualquiera de las vacunas que tenemos en uso alcanza del 80% para arriba de previsibles reacciones adversas agudas, pero pasajeras”

Por todo lo dicho, ahora que se empieza a vacunar a personas cada vez más jóvenes, (con más posibilidades de que las molestias sean más intensas) conviene que se recomiende un consejo para que se puedan reducir de forma significativa algunos de estos efectos desagradables, sin reducir en modo alguno la respuesta inmune del vacunado.

En la Estrategia citada se contempla la posibilidad de utilizar paracetamol antes de la vacunación, continuando con una dosis cada seis horas durante las 24 horas siguientes a la inyección. Este tratamiento “reduce significativamente el dolor local, la febrícula, los escalofríos, las mialgias, la cefalea y el malestar”.

El dilema se plantea con la elección de la dosis: 1 gramo, 650 o 500 mg. Para la población adulta en general, nosotros recomendamos emplear una dosis de 650 mg ya que la relación de eficacia contra seguridad es mejor que el de la de 1 g; esto es: 650 mg 60-90 minutos antes del “pinchazo”, seguida de otras cada 6 horas posteriormente.

La administración de 1 g de paracetamol aumenta el riesgo de toxicidad en el hígado, y mucho más cuando se alcanza la dosis de 4 gramos en 24 horas. Además esta recomendación hay que dejarla a criterio médico toda vez que puede interaccionar con otros medicamentos que también se metabolizan por el hígado; esto adquiere especial relevancia cuando se vacuna a personas de más de 55 años, edad en la que ya es más frecuente que puedan estar polimedicadas. Además, esa dosis de 1 g requiere receta médica.

Este es nuestro consejo, pero, como siempre, en tu Farmacia, encontrarás el mejor asesoramiento farmacológico, sin cita previa, a la hora que te convenga, sin esperas y de forma presencial.

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¿Ha llegado la marihuana a la farmacia?

En los últimos años se han desarrollado múltiples medicamentos que contienen principios activos de la planta Cannabis sativa y que se usan para paliar los síntomas de diferentes enfermedades crónicas. Además de esto, diversos complementos alimenticios y cremas relacionados con la planta de la marihuana han sido desarrollados para su comercialización en la oficina de farmacia -y sin receta- ¿pero qué relación tienen estos productos con la droga recreativa?

Lo cierto es que en la antigüedad se utilizaban los cannabinoides como tratamientos medicinales de diversa índole. Posteriormente se dejaron de utilizar, ya que se observaron efectos psicoactivos y se descubrieron terapias más seguras. Esto dio lugar a que fueran olvidados por una buena parte de la comunidad científica. Sin embargo, en la década de los 90, Raphael Mechoulam describió el sistema endocannabinoide, y se descubrió que en nuestro organismo poseemos gran cantidad de neuromoduladores que actúan de forma similar a como lo hacen algunos principios activos de la planta Cannabis sativa.

Los seres humanos tenemos un sistema de receptores cannabinoides endógenos repartidos por nuestro organismo, estos son los receptores CB1 y los receptores CB2. La activación de estos receptores da lugar, entre otras cosas, a una disminución de la sensación de dolor, tanto a nivel central, como a nivel inflamatorio. Esto, además, se hace sin conllevar efectos negativos, ya que tenemos mecanismos compensatorios que siguen funcionando para controlar el dolor.

cbd 4469987 640¿Qué hay del efecto psicoactivo? ¿Cómo activamos estos receptores del dolor sin afectar a otros que modulan, por ejemplo, la función locomotora? Pues de dos formas: en primer lugar, aislando el principio activo que más afinidad tiene con los receptores mediadores del dolor, el cannabidiol (CBD), apartando de la ecuación al tetrahidrocannabinol (THC), que es el que más efectos psicoactivos abarca. El segundo medio por el cual se consigue esto, es mediante la formulación farmacéutica, ya que los principios activos jamás llegarán al cerebro si se realiza un tratamiento local mediante una crema en el área afectada, porque de este modo apenas pasarán a sangre. 

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Este último ejemplo se pone en evidencia con una crema que se comercializó hace poco, cuyo nombre es Cannabix ® y que mezcla CBD junto con otros antiinflamatorios naturales, como el árnica, siendo muy efectiva para el tratamiento del dolor, sin apenas efectos adversos comprobados.

El caso de Cannabix ® en cápsulas para su administración oral es diferente, ya que no contiene cannabinoides como tal, pero sí contiene aceite de semilla de cáñamo, el cual no contiene ningún componente psicoactivo, pero sí multitud de mediadores lipídicos que se convierten en un buen complemento para cualquier tratamiento crónico del dolor.

Mientras tanto, se siguen investigando aplicaciones de los principios activos de la planta Cannabis sativa para multitud de terapias, ya sea para tratar el dolor, para tratamientos orexigénicos o para terapias paliativas. Si bien, su uso recreativo tan extendido no es un asunto baladí, nada tiene que ver con su uso terapéutico. Poco a poco, se logra evitar que existan tabúes en la ciencia, teniendo como objetivo que cada día las terapias  logren mejorar aun más la calidad de vida de las personas.

David Sánchez García

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¿Y segura? … ¿Y que nos va a pasar? …

Todo el mundo sabe que se ha empezado a vacunar en el mundo entero contra la Covid-19.

En España, el domingo 17 de enero todas las televisiones abrieron sus informativos con sonrientes ancianos recibiendo la segunda dosis de su vacuna en sus residencias, y presumiendo de ello.

En poco más de un año, la comunidad científica y la industria farmacéutica ha sido capaces de poner al servicio de la población unas vacunas efectivas a más del 90% contra la enfermedad que se ha extendido por el mundo entero con consecuencias trágicas: millones de muertos.

Un proceso de larga duración, varios años, se ha culminado en un corto espacio de tiempo, lo que lleva a muchos a interrogarse sobre la idoneidad y “calidad” de estas vacunas.

Hay una pregunta importante que nos podemos hacer: ¿Y son seguras?

Algo de tranquilidad nos puede dar el saber que la vacuna de Pfizer, a lo largo de las fases I, II y III ha sido ensayada en más de 40.000 personas de edades, sexo, razas y condiciones de salud diversas; la de Moderna en unas 30.000. Hoy día, a la velocidad que corren las noticias, sería de conocimiento público si se hubieran presentado problemas importantes.

Hay más. Cuando un medicamento entra en el mercado, se inicia la Fase IV de evaluación. A lo largo de la vida de cualquier medicamento, mediante un sistema reglado de farmacovigilancia, se van notificando a las agencias reguladoras todos y cada uno de los problemas que, presumiblemente, por su uso se vayan produciendo.

En el caso de las vacunas frente a la Covid-19, la AEMPS dispone del programa BIFAP que es “una base de datos informatizada de registros médicos de Atención Primaria para la realización de estudios farmacoepidemiológicos” que cuenta con la colaboración de las Comunidades Autónomas y las principales sociedades científicas del ámbito de la sanidad.

En Europa hay diversos proyectos en marcha que contribuyen a la vigilancia de la seguridad: ACCESS, ECVM. La finalidad de estos estudios es contribuir al mejor conocimiento del perfil beneficio-riesgo de las vacunas identificando los posibles problemas que, por infrecuentes o tardíos, no se hayan identificado en los ensayos clínicos realizados”. En todos ellos participa el programa BIFAP de la Agencia Española. 

Por si esto fuera poco, mediante el sistema de “tarjeta amarilla”, cualquier persona individual, su médico, su farmacia o ella misma en su casa, mediante una conexión por ordenador a la AEMPS puede notificar “problemas” con la vacunación (o con cualquier otro medicamento).

Todas estas notificaciones se evalúan y, si procede, se establecen las incompatibilidades, recomendaciones, limitaciones, etc. al uso del medicamento, e incluso se procede a su retirada del mercado.

Las notificaciones sobre reacciones adversas comunicadas sobre las vacunas administradas en España hasta el 25 de enero de este año las podéis consultar aquí. 

En la página de la AEMPS se pueden consultar muchos aspectos sobre la seguridad de las vacunas frente a Covid-19.

Hay otra pregunta muy interesante: ¿Y que nos va a pasar?

  • Si no nos vacunamos, seguiremos cómo estamos hoy: Contagios desbocados, confinamiento, crisis económica, paro, ocio prohibido, movilidad y reuniones limitadas y tantas cosas malas más; y, lo más trágico, muerte a ritmo escalofriante.
  • Si nos vacunamos podremos tener un poco de dolor e inflamación en el punto de inyección (60%) que dura uno o dos días, un poco de fiebre también por muy poco tiempo y poca cosa negativa más, y muy raramente: fatiga, dolor de cabeza, nauseas, malestar general.

En cuanto al beneficio, estaremos inmunizados parcialmente frente a la enfermedad transcurridos unos 10-12 días de la primera dosis, y, tras la segunda dosis (si la vacuna lo precisa), nuestra inmunidad alcanzaría casi al 100%. Si llegáramos a infectarnos, superaríamos la enfermedad sin mayores consecuencias. Y con seguridad.

La experiencia en la actualidad induce a pensar que la vacuna no impide que contraigamos la enfermedad, la vacuna nos prepara para que podamos luchar contra ella con éxito, nos da la “artillería” necesaria para que pasemos la infección sin problemas. Esto está actualmente en revisión en la Fase IV del medicamento.

La mayoría de las vacunas van a buscar una protección contra la enfermedad y no contra la infección. “¿Por qué? Porque lograr una protección contra la infección, es decir, lograr una inmunidad esterilizante, es tremendamente complicado. Es por esto que, cuanto mayor número de personas se vacunen, más difícil será que haya enfermos y, por lo tanto, menos personas se podrán contagiar y, así sucesivamente, hasta que el virus “desaparezca”.

Mientras el virus no haya “desaparecido”, los contagiados (tengan síntomas o no) pueden seguir contagiando a otras personas. Esto obliga a que, mientras no se den las condiciones óptimas, tengamos que seguir siendo rigurosos con las medidas de protección (distancia, mascarillas, geles, lavados, ventilación …) para que, aunque nos hayamos vacunado y ya no podamos pasar la enfermedad con mayores consecuencias, podríamos seguir infectando a más personas y, también al contrario.

Hay una pregunta más que a día de hoy no se puede responder: ¿Cuánto dura la inmunidad?

No se puede responder ya que, al ser tan nuevas las vacunas, no hay todavía ensayos clínicos en los que se haya podido determinar este parámetro. En el peor de los casos (como en el caso de la gripe o del tétanos) tendríamos que repetir la vacunación periódicamente en tiempos que hoy, también, se desconocen. Esto se determinará en la evaluación de la Fase IV de las vacunas en la que estamos.

Para los que queráis saber más sobre las vacunas autorizadas en España os remitimos a la página de la AEMPS, que es francamente interesante. 

Y, lo más importante, en tu farmacia, nosotros, tus Farmacéuticos, te podemos informar de todo lo que precises, sin cita, sin esperas y sin prisa.

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Los test de autodiagnóstico de anticuerpos frente a Covid-19 ya en las Farmacias

Este mes de diciembre trae novedades sobre los métodos de diagnóstico de la cruel enfermedad que nos azota. Han empezado a distribuirse en las farmacias los test de autodiagnóstico que detectan anticuerpos de inmunidad frente a Covid-19. Test para que cada persona pueda realizarse ella, personalmente, las determinaciones analíticas de una forma parecida a lo que hacen los diabéticos para el control de su glucemia.

Esto puede que a muchos no les diga nada, a otros les genere falsas ilusiones y, quizás, a muchos les parecería oportuno enterarse de lo que en realidad detectan estos test. Intentaremos explicarlo.

En otro artículo de nuestro blog explicamos de forma muy resumida y esquemática cómo es la lucha de los organismos contra las bacterias y los virus: producida la infección, el enfermo empieza a producir anticuerpos para impedir la propagación de la enfermedad y evitar nuevos contagios en el futuro. Estos anticuerpos circulan por la sangre, por lo que para detectarlos será necesario obtener una muestra mediante un pinchazo, en el dedo, por ejemplo.

Lo que se denomina genéricamente como anticuerpos, tienen la composición y estructura química de inmunoglobulinas, nombre con el que probablemente también os hayáis encontrado alguna vez.

Estas inmunoglobulinas (anticuerpos) no son todos iguales. Los hay específicos para cada enfermedad e, incluso para la misma enfermedad, hay de diversos tipos. Es muy probable que todos, en la situación actual, podéis haber oído o leído acrónimos como IgA, IgM, IgG, IgE …

Bien, los test que se han puesto a disposición de los pacientes en las farmacias están preparados para detectar de forma eficaz dos de las inmunoglobulinas que se generan contra Sars-Cov-2, el virus que nos produce la enfermedad Covid-19: IgM e IgG.

La IgM circula por la sangre y el líquido linfático, y es el primer anticuerpo que fabrica el sistema inmunitario para luchar contra la enfermedad. La IgG se produce más tarde que la anterior, después de la infección (o la vacunación), también circula por la sangre y otros fluidos, permanece en el organismo más tiempo y es la que concede inmunidad frente a nuevas infecciones (no se sabe todavía durante cuanto tiempo para esta nueva enfermedad).

Las determinaciones se realizan en una muestra de sangre que se deposita en un dispositivo (casete) que contiene una tira reactiva de inmunocromatográfia rápida de flujo lateral (LFD), semejante a las que se utilizan para el autodiagnóstico del embarazo. Para más información puede consultar en el siguiente enlace: https://notiwiener.net/2015/04/ensayos-rapidos-inmunocromatograficos-de-flujo-lateral/.

En este caso la interpretación de los resultados es bastantes más compleja. Dichos resultados dependen del momento en el que se toma la muestra en relación al momento del posible contagio.

La aparición o no de las inmunoglubulinas, si solamente aparece una o las dos, y cual de ellas es la que aparece, indican en qué punto y evolución de la enfermedad se encuentra el paciente y, por lo tanto se requiere que los casetes sean leídos por una persona experta.

La fiabilidad de los test es bastante elevada para ser un ensayo de autodiagnóstico, en torno a un 95%; en la parte negativa hay que destacar que no tienen capacidad para medir la “cantidad” de anticuerpos que tiene la muestra, y si se precisara este dato habría que recurrir a un laboratorio clínico.

De momento solamente se han autorizado dos test para esta determinación y, en aras a la seguridad en la interpretación de los resultados, la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios ha establecido como condición, para ambos, que se exija la correspondiente prescripción para su dispensación, por lo que será necesario adquirirlos con receta médica.

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La lucha del organismo contra bacterias y virus

Raro sería que a alguno de nosotros no nos hayan practicado en algún momento de nuestra vida un análisis clínico de sangre (ahora, traducido del inglés, le llaman analítica); y raro es que no recordemos, sin saber lo que son y lo que representan, palabras tales como leucocitos, linfocitos, neutrófilos, etc. Bien, de las cifras que van detrás de esas palabras, el médico obtiene información sobre nuestro estado de salud y sobre su evolución.

Estas palabras, y otras muchas, son nombres con los que se conocen partes de nuestro sistema inmunológico. Nos podremos preguntar: ¿Qué es eso?; la respuesta: el sistema inmunológico es la defensa que de, forma natural, el organismo tiene contra las infecciones, atacando y destruyendo los organismos que lo invaden.

El proceso de defensa se inicia en el momento en el que el organismo detecta la presencia de un “cuerpo extraño” (antígeno). Cómo es natural, los detectores tienen que estar presentes en todo el organismo ya que un virus puede entrar por la boca o la nariz, por ejemplo, mientras que una bacteria puede entrar, a lo mejor, por una herida en un pie, y es por esto que la sangre, que circula por todo el cuerpo, es la encargada de esta defensa inmunitaria.

Cuando se detecta a un antígeno, las primeras células de la sangre que actúan son los macrófagos, células que fagocitan (“devoran”) a los organismos invasores dividiéndolas en pequeños pedazos que, después, expulsan al exterior del propio macrófago, cómo para presentárselos a las células que tiene que “acabar” con ellos. En algunos casos, este ataque es suficiente para eliminar a los “invasores”; en la mayoría, no.

 

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Cuando los macrófagos no pueden detener la infección por sí solos, los “pedazos” de invasor procedentes de su fagocitación presentes en la superficie del macrófago, alertan a otras células de la sangre, los linfocitos T. Estos linfocitos producen unas sustancias conocidas como citoquinas que actúan como señales químicas, atrayendo a más linfocitos T y alertando de la infección a otro tipo de células de defensa, los linfocitos B. Las citoquinas son, en gran medida, las responsables de los procesos inflamatorios que van asociados a cualquier ataque por antígenos.

 

 

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Los linfocitos B producen unas sustancias que inactivan a los antígenos invasores, son los anticuerpos. Los anticuerpos producidos por los linfocitos B inmovilizan a los antígenos, pero son incapaces de destruirlos. De esta misión se encarga otro tipo de células de la sangre, los linfocitos T y linfocitos K (killer = asesino), y los fagocitos neutrófilos.

 

 

 

Resumiendo lo anterior: los linfocitos B detectan a los invasores y los inmovilizan; los liantnfocitos T y K, los destruyen, junto a los fagocitos.

 

El buen funcionamiento del sistema inmunitario puede verse afectado por motivos diferentes. Una mala alimentación, ambiente externo hostil, algunas enfermedades, contaminación ambiental, por ejemplo, afectan debilitando al sistema. En otro sentido, como un estilo de vida saludable y con una alimentación correcta tu puedes ayudar a la lucha contra las infecciones.

 

 

 

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