Estamos en pleno verano y muchos de nosotros, de vacaciones. Es época de disfrutar del tiempo libre y, muy frecuentemente, también de la naturaleza: unos en las playas, otros, en el campo.
Estas salidas a la naturaleza llevan aparejada una relación con el sol, relación que ha sido muy variable en función de las modas, las costumbres y, también, de los conocimientos científicos.
En solo una generación, han variado las “modas” de una forma pendular hasta alcanzar, según parece, un punto intermedio en las oscilaciones.
En los últimos años del S XIX y primeros del S XX lo que se llevaba era la piel, cuanto más blanca, mejor; la humanidad se exponía al sol lo menos posible y se cubría con la ropa necesaria para dejar al descubierto mínimas zonas del cuerpo. Tanto era esto así, que hasta los cosméticos faciales incluían “polvos” para aclarar la tez y los bañadores (largos en hombres y mujeres) se complementaban con sombrillas de mano con las que se paseaba por las playas.
Con el tiempo, la moda fue cambiando, y empezó a estar bien visto el “moreno”, lo que llevó a que cada vez se expusiera más cantidad de piel al sol, más tiempo y, para reforzar el bronceado, se utilizaban aceleradores: ¿recordáis alguno el aceite de coco y similares?
En estas estábamos cuando apareció la palabra maldita; cáncer, y cáncer relacionado con el sol; melanoma, y de la posibilidad de que acabara de manera terrible. Se empezó a hablar del agujero de ozono, de los rayos ultravioleta y de otras lindezas. Se constató que el sol quemaba.
La humanidad no quería perderse las bondades de la vida relacionada con la naturaleza pero, eso sí, sin los problemas que esta relación pudiera producirle. Las investigaciones derivaron en el descubrimiento de las propiedades de algunos compuestos químicos que, convenientemente aplicados, permitían tomar el sol con “seguridad”: aparecieron los fotoprotectores.
Al principio estos fotoprotectores de utilizaron con “timidez”: las cremas y lociones tenían un SPF de 8 o 10, llegando al 15 los más efectivos. Poco a poco las cosas han ido variando y hoy, con mayor radiación UV, con más superficie de piel expuesta al sol y durante más tiempo, se utilizan productos con factores del 30 en adelante, siendo el 50+ el producto de moda.
Hablamos de SPF, pero, ¿Qué significa SPF? (Sun Protection Factor = Factor de protección solar). Puede definirse cómo la cantidad de radiación UV necesaria para causar quemaduras de sol en la piel con la crema protectora solar aplicada, en relación con la cantidad de radiación UV necesaria para causar la misma quemadura sin el protector solar.
Para aclararlo un poco y, simplificando: si una piel expuesta al sol durante 15 minutos sufre una “quemadura” cómo A, si se aplica a esa piel un fotoprotector de un SPF 20, se necesitarían 15x20 minutos para que se produjera en esa piel y en las mismas condiciones la misma “quemadura” A.
Esto no son matemáticas puras ya que, además del SPF, en la efectividad del producto aplicado, influyen otros factores cómo son:
- La hora del día en el que se toma el sol, ya que durante la mañana y la tarde (al estar el sol más lejos) la capa de atmósfera que han de atravesar las raciones UV es mayor que en las horas centrales del día (con el sol más cerca).
- El tipo de piel de la persona: la piel morena “aguanta” más.
- La cantidad de protección aplicada.
- La frecuencia con la que se aplica.
- La cantidad absorbida por la piel de toda la cantidad aplicada.
- La actividad física que se realice durante la exposición al sol: ejercicio (sudor), baño (lavado del protector)
La efectividad del protector también depende de la “calidad” del mismo; nosotros podemos asesorarte de lo más conveniente para ti, y proporcionártelo, para lo que puedes utilizar nuestro servicio de encargo exprés.